De algo estoy seguro.
No podrá nadie quererla como la quiero yo, no podrá adorarla
de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de
aquellos gestos imperceptibles de su cara.
Es como si sólo a mí se hubiera concedido la facultad de ver
y sentirla realmente, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real
de sus ojos.
Nadie podrá ver nunca lo que yo he visto. Y él menos que
ninguno.
Él, que posiblemente no será capaz de amarla de la misma
forma, incapaz de ver como es realmente, de entenderla y de respetarla como se
merece.
Él no se divertirá con esos tiernos caprichos.
La casualidad más bonita que te puede dar la vida. S'
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